Otro de los motivos de origen mesopotámico que tendrá gran influencia será la del árbol sagrado, plantado por los dioses en los actos de la creación, convirtiendo en sagrado todo su entorno. De esta idea derivará tanto el árbol del bien y del mal del Génesis como el árbol de la vida,
motivo repetido en las decoraciones del primer Islam.
Casi todos los pueblos mediterráneos de la Antigüedad valoraron el árbol
como motivo divino, asociándolo a sus lugares sagrados (el olivo en
algunos templos como el Erecteión ateniense, el ciprés y los
cementerios, la palmera en Egipto y el Islam…) siendo una tradición que
confluirá con la celta (posiblemente ambas ideas partirían de un tronco
común, originado en la India).
Sin
embargo, no podemos hablar de un modelo
conjunto de jardín para todos los pueblos que habitaron la zona,
apareciendo distintos modelos y temas que cada cultura desarrollará de
forma propia.
Los jardines colgantes.
Mesopotamia
(como también Egipto) se constituye como una amplísima llanura
aluvial constituida por la sedimentación de los aportes de los ríos
Eúfrates y Tigres. Su paisaje, por lo tanto, es una constante
horizontalidad que muy pronto empezó a ser contrarestada por los zigurat.
Estos templos escalonados servirían de
encuentro entre la tierra plana y el cielo, una smontañas artificiales
(hechas por los hombres para el culto de los dioses) para comunicarse
con los dioses observando el cielo y realizando en su cumbre
sacrificios.
Algunos
investigadores proponen (aunque sin pruebas arqueológicas) que dichos
zigurat incluirían vegetación en sus distintas terrazas, creando así el
modelo de jardín colgante o escalonados que luego influirían en el arte
islámico.